23 febrero, 2022

Por qué colecciono billetes y monedas

Normalmente no escribo sobre mí, pero en esta ocasión sí que lo haré.

Se dice que la numismática y la notafilia son herramientas de la antropología y de la historia. Pero dicho de esa manera, es muy seco, le quita la emoción de ver todas las figuras, colores, sentimientos e intenciones de quienes emiten estos instrumentos económicos que, pronto, serán testigos de la historia.
Todo empezó como una casualidad, por unos billetes que no puede cambiar cuando venía de regreso de un viaje internacional (no recuerdo a dónde, pero eso no tiene relevancia). Los saqué de la cartera y los dejé en una cajita a dormir el sueño de los justos, para cuando regresara a ese país. Con fortuna, nunca regresé por lo que esas piezas se quedaron guardadas, esperando su momento mágico. Y para el segundo viaje, a otro país, volví a quedarme con moneda local y repetí la historia: poner los ejemplares en esa cajita, pero la inspiración me dijo dulcemente al oído: “abre tu colección, ya tienes la semilla”. Y como dicen en mi pueblo, “de ahí, para el real”. En todo viaje, procuraba guardar las monedas y billetes más bonitos, y cada vez empecé a tener más y más.
Un día, sin embargo, dejé de viajar al extranjero, pero abrí una nueva perspectiva: las casas de cambio, en donde obtenía dos o tres divisas nuevas en cada viaje. Y luego, a organizar y buscar en casas especializadas, en ferias, y tiendas de antigüedades, para completar la meta: tener billetes y monedas de cada uno de los países de la tierra.
En esta pequeña aventura personal, he aprendido a ver las monedas y los billetes con una perspectiva diferente. No sólo es el medio económico de intercambio de bienes y servicios, sino una manera de comunicarse de los diferentes países, de mostrar al mundo sus orgullos y creencias, e incluso sus defectos (como las imágenes de opresión y de dictadores).
Por los billetes y monedas, he visto especies animales y vegetales que probablemente nunca me toque conocerlas en persona, por su extinción.



He visto más obras de arte e ingeniería que un largo viaje, he conocido idiomas que jamás me hubiera imaginado. Hay más presidentes, dictadores, científicos, artistas y demás notables que las fotos de un anuario.
También he conocido aplicaciones tecnológicas maravillosas, que hace algunos años sólo serían producto de la imaginación: coinoscope, y el traductor de Google son los ejemplos más visibles.
En poco más de un año, he aprendido más historia que en mis años de primaria y secundaria; cada personaje, escultura, construcción, animales y plantas que aparecen en los billetes y monedas me invitan a conocer su medio, su historia, contexto y circunstancia.
También cuando tengo en las manos, un billete o una moneda usada, me gusta pensar qué se habrá podido comprar con él o ella: medicinas, ropa, un viaje, un libro, comida, o hasta un arma. ¿A qué fines, luminosos u oscuros, habrá podido servir la pieza que llega después de años de uso, hasta mis manos, procedente de otros continentes? ¿Qué historias habrá escuchado, en qué humilde rincón de una casa habrá estado, o en qué bóveda impenetrable de un banco habrá dormido?
Coleccionar billetes y monedas más que un hobbie, es tratar de leer, por encimita, el gran libro de la historia de la humanidad. Muchas gracias a quienes me obsequiaron algún ejemplar (llegaron a buenas manos, se los aseguro), también muchas gracias a quienes dedicaron algunos minutos a leer los breves párrafos que le brindo a cada billete o moneda.
Que el 2022 nos encuentre con muchas ganas de incrementar el número de piezas y la pasión de esta singular aventura escrita en metal, papel y polímero.



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