Pocos hombres han tenido el impacto en la vida cotidiana de tantas personas, como Louis Pasteur (1822 - 1895).
Hace muchos años, cuando estaba entre secundaria y preparatoria, llegó a mis manos un libro que me inspiraría prácticamente de por vida: Cazadores de microbios. Si bien nos fascinan las historias de los grandes viajeros, de los descubridores, también deberíamos sentirnos atraídos por las aventuras de los científicos, de aquellos hombres que detrás de un escritorio, de un microscopio, un telescopio, una mesa de experimentos, pudieron descubrir la causa de un problema y proponer una solución. Pasteur es, sin duda, motivo de inspiración como lo han sido Newton, Galileo, Arquímedes, y otros héroes de la ciencia.
Y es que los cazadores de microbios fueron casi todos de una misma generación, compitiendo por aislar a los causantes de enfermedades mortales y, con verdadera pasión, también buscaron la forma de reducir o eliminar sus efectos, como en el caso de la rabia, la viruela, la poliomielitis, y tantas otras enfermedades.
Pero Pasteur no sólo fue un cazador de microbios, sino un generador de soluciones: rescató la industria de la seda, la del vino y por supuesto, le dio al mundo la manera para aislar y atenuar el virus de la rabia, y con eso salvó miles de vidas. También demostró la naturaleza microbiológica de la fermentación y descubrió la estereoisomería. El proceso de eliminación de microorganismos, que él propuso, lleva nada más y nada menos que su apellido: pasteurización. ¿Qué otro caso, de la misma magnitud, conoce?
Entre las muchas asociaciones científicas a las que perteneció Pasteur, se mencionan la Academia Nacional de Ciencias de Francia, Estados Unidos, Rusia, Italia, Suecia, la Royal Society, y muchas otras.
Lamentablemente, la muerte lo sorprendió apenas unos años antes de que se otorgaran los premios Nobel, pues sin duda hubiera sido un gran candidato (en su lugar, en 1901 lo recibió Emil Adolf von Behring, un bacteriólogo alemán).
Por sus logros, su país Francia lo honró con un billete de 5 francos, en este caso es un especimen de 1969, de un bellísimo diseño de la época. Es de papel moneda y en un lado se ve el frente del Instituto Pasteur en París, y en el otro lado se aprecia instrumental químico y un pastor forcejeando con un perro, presumiblemente infectado con rabia. Además, en el reverso se aprecian otros animales que se beneficiaron de los trabajos de este investigador, así como algunas formaciones cristalinas en las que él trabajo.
Ojalá en México alguna vez veamos un científico en los billetes y monedas, en lugar de sólo piedras encimadas, aguilas en el nopal, imágenes de ecosistemas (que nos empeñamos en destruir, como en el caso de la selva maya con el trenecito de AMLO) y los mismos personajes históricos (recuerde que la historia no es buena ni mala, sino que son circunstancias que vemos después de tiempo).
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Fecha de actualización: 11 de diciembre de 2025


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